por Daniel Korinfeld
Ustedes han trabajado durante estos dos días con Marisa Chamorro y con Fernando Onetto sobre los procesos de apropiación de valores, el lugar que le corresponde al docente y su implicación institucional. El propósito del encuentro de hoy es que podamos trabajar sobre la experiencia de la tutoría, en su relación con la enseñanza yo transmisión de valores.
Considero importante señalar desde donde me propongo acompañar, con mi presentación en este curso, este proceso de reflexión, en mi caso será desde mi experiencia como psicólogo en instituciones educativas de enseñanza media, y desde el intercambio permanente desde hace varios anos con otros profesionales, docentes, licenciados en ciencias, psicopedagogos, que desempeñan su tarea en las escuelas. Lejos de ser esta una "garantía" de lo que hoy trabajamos, quiero indicar1o corno puntos de referencia para una apropiación activa y crítica.
Mi expectativa es que podamos llegar a compartir la importancia y necesidad del espacio "tutor" en la escuela y la complejidad que esa práctica tiene y observar la trama de valores en que se desenvuelve, (pregunta a los participantes del taller sobre su conocimiento y experiencia con relación al tema).
Las ideas tutoriales según los investigadores nacen conjuntamente con la actividad docente.
La palabra tutor aparece en castellano en el siglo XV, es un derivado del verbo latino "tueri" I proteger. El libro de Huarte de San Juan, "Examen de Ingenios para las Ciencias" publicado en 1576 es considerado el precursor de las ideas tutoriales en España, en él se desarrolla lo que actualmente se denomina principios y criterios de orientación para quienes van a elegir una profesión.
No es fácil reconstruir una historia sobre las prácticas de las tutorías, podemos señalar que estas ideas y actividades (mejoramiento del aprendizaje escolar, la orientación a escolares y padres, la higiene y posteriormente, prevención) fueron preocupación de pedagogos, juristas, médicos y algo más tarde de los psicólogos.
En la actualidad estas experiencias se distribuyen de modo desigual en el ámbito privado y en el público, y entre las que continúan desarrollándose, no es frecuente que circulen escritas para el intercambio.
Si recurrimos al antiguo pero no menos útil recurso del diccionario, nos encontramos con que tutoría nos conduce a tutela, definida como "autoridad que en defecto de la paterna y materna se confiere para curar de la persona y los bienes de aquel que por cualquier causa no tiene completa capacidad civil", agregando la connotación de defensa, amparo, protección.
Si sumamos aquello de padre-tutor-encargado, serie de palabras tan grabadas en nuestra memoria de escolares, la palabra tutor empuja hacia un lugar reemplazo parental, ya producido por la propia institución escolar. Aparece también la huella en ese "curar" que significa cuidar, la vigencia y pregnancia del discurso médico. Ligado a lo jurídico y lo médico estas definiciones "hablan" de una falta de capacidad de la persona de quién habrá de hacerse cargo.
Si destaco ese matiz, casi maternal- parental, es porque considero necesario abandonar esta perspectiva un tanto omnipotente e ingenua a la vez de la tutoría, que pretende "hacerse cargo", y eventualmente dirigir conductas y comportamiento, hacia una función de mayor apertura que resalta la función articuladora del tutor. Quién tendrá que aprender gradualmente hacerse cargo, será el adolescente.
La primera pregunta que podemos hacernos es ¿cual es la necesidad de la tutoría en una escuela?, la tutoría plantea la posibilidad de reducir los efectos de una escuela fragmentada en años, horarios, materias, profesores, promoviendo un tiempo y espacio para la participación de los alumnos y la comunicación entre sectores de una institución.
Al mismo tiempo que colabora en armar y revisar con el grupo la representación y representaciones que tiene de la escuela, podrá trabajar con sus pares la diversidad de imágenes que a veces logra un grupo, que puede multiplicarse según el número de sus docentes.
Esto implica por una parte, la transmisión de una modalidad de funcionamiento y de abordaje de los conflictos inherentes a toda organización, por otra, se instituye una estructura básica de prevención. Es decir que los espacios de participación y la habilitación de formas de comunicación entre los sectores constituyen un primer dispositivo de prevención. Este primer dispositivo posibilita y abre a trabajos específicos liderados por el tutor o grupos de alumnos, sobre temáticas criticas en ese grupo, institución, comunidad.
Si la función del tutor es convertirse en punto de articulación de alumnos, profesores y padres con la escuela y aunque su objetivo fundamental es el acompañamiento de los alumnos en su tránsito escolar, su actividad se ejerce en cada uno de los sectores y en la escuela como institución.
Podríamos formular juntos los objetivos y tareas que en relación con los alumnos a nivel grupal y a nivel individual, puede plantearse un tutor, lo mismo para la relación del tutor con los profesores y con los padres: por otra parte el tipo de situaciones, problema que debe encarar, los modos de registro que puede llevar. (Trabajo grupal).
No hay una sola modalidad en la experiencia de la tutoría, es decir que la figura del profesor tutor es una de las formas que adquiere esta función: hay experiencias con docentes, con otros profesionales, llamados coordinadores de alumnos o de años, auxiliares, asistentes, directores de curso, consejeros. Cada centro escolar va conformado e instituyendo cuando se generan las condiciones para ello, el dispositivo que va considerando más apropiado.
¿Cómo se construye un dispositivo de tutoría? construyéndolo, muchas veces a partir de iniciativas individuales, o de pequeños grupos de profesores o de padres, van armando las bases y las primeras experiencias de esta función.
¿Es necesario llamarse tutor, o que este formalizado en la escuela, para desempeñar esta función?, evidentemente no, muchos docentes logran con algunos grupos un diálogo y un nivel de interlocución que cumplen ésta función de hecho. Sin embargo al formalizarse la tutoría; se potencia y autoriza su campo de trabajo al mismo tiempo que asume el riesgo de su burocratización.
Tomemos el modelo del profesor tutor. Más que describir las distintas posibilidades de funcionamiento y de organización, me interesa señalar algunos aspectos, que podemos seguir formulando como preguntas: ¿Cuales son las razones de cada uno para ser tutor? ¿Hay una sola manera de serio? ¿Es posible trabajar sólo en esta actividad?
En principio la reflexión sobre las razones que a cada uno lo llevan a buscar o a aceptar el lugar de tutor, es un ejercicio permanente, en tanto es lo que permite re ubicarse en la tarea.
Ese lugar de articulador descripto, está altamente expuesto por conflicto y problemas de toda índole, personales, familiares, grupales, institucionales, el sufrimiento y la impotencia es el revés de toda su potencialidad. Esta implica la necesidad de un trabajo en equipo, y de supervisiones cuando esto es posible, que permita el sostenimiento de la tarea, su enriquecimiento por las iniciativas e inventos individuales y grupales, y desarrolle el estilo de cada uno.
Ser profesor y tutor a la vez puede traer algunas dificultades, como confundir permanentemente estas actividades, valorizar alguna en detrimento de la otra, lo que genera reacciones inmediatas en los adolescentes, que suelen probar la seguridad del profesor al respecto.
Esbozadas algunas ideas y reflexiones sobre la experiencia de la tutoría veamos cual es su relación con la transmisión y enseñanza de valores.
En algunas definiciones clásicas sobre la función de la tutoría, le correspondía a este “el aprendizaje sobre ser persona", por parte del alumno, algo así como "la hora de los valores".
La aceptación de esta depositación es a mí entender la peor contribución que el tutor puede realizar. Esta parcialización y "distribución del trabajo", desresponsabiliza al conjunto, y plantea una visión ingenua de una enseñanza aséptica, que atribuye a quién efectivamente debería convertirse en un interlocutor privilegiado "la misión formativa". Rechazar el aislamiento y poner en juego el tema de los valores en cada intervención de tutor con un alumno; un grupo, con padres, con sus pares, con la dirección, en una comunicación de los alumnos a sus docentes, resulta más acorde con una visión menos lineal del proceso educativo.
La reflexión sobre los valores e ideales es ciertamente importante para el docente porque no se trata tanto de su enunciación como de su puesta en acto. Es decir que hay transmisión de valores más allá de los que se dice, o precisamente en las diferencias de lo que se dice, se enseña, se actúa, (hay que recordar lo trabajado por Onetto como lo defectible de todo modelo), y es siempre en el marco de la relación establecida con el docente, por parte de un grupo o de un solo adolescente.
Las instituciones ponen en acto sus valores siempre en diferencia con los ideales y objetivos educativos enunciados, la cuestión será allí de grados (cuantitativo y cualitativo), y a su vez, los recursos de que dispone o se van instituyendo para poner en cuestión estas diferencias.
Quienes se encargan de develar muy bien esas diferencias, a veces paradojas son los adolescentes, no siempre del modo en que algunos adultos podrían desear1o.
Incluir los valores, no solo como transmisibles sino como algo a enseñar, algo que aprender, más allá de su complejidad, de sus resultados, acaso imposibles de medir, supone un nivel de intermediación y de reflexión en el seno del proceso educativo en el cuál el tutor puede desempeñar un importante papel.
Entonces, el propio dispositivo propone y actúa un valor: el tutor es sensible a poner a discusión ahí donde se trate (no exclusivamente con los alumnos) la trama de valoraciones más o menos conscientes que se desarrolla, y plantear sus opiniones: y cuando desarrolla algún tema o programa específico a pedido o solo con consenso de sus alumnos debe clarificarse y clarificar los valores en juego, así como habilitar la aparición de otros aún disruptivos, irritantes, inconsistentes, o sencillamente diferente.
Publicado en la Revista Novedades Educativas N° 41, Ediciones Novedades Educativas, Buenos aires, 1994.
Curso: "Enseñanza de los valores en el nivel medio".